domingo, 15 de mayo de 2011

El Mexicano en su Mundo




Escudriñar el proceso cultural, significa, profundizar en el conocimiento de las formas de comportamiento del sujeto que se desenvuelve en un contexto histórico-social concreto. En México, nuestra riqueza cultural es una veta invaluable de conocimiento y una pauta metodológica para la interiorización de lo que diversos autores, con magra fortuna, han llamado la psicología del mexicano o, en su acepción correcta, formas de comportamiento social de los mexicanos.

El presente texto busca interesar a quienes se preocupan por la historia moderna del país, en sus aspectos económicos, políticos y sociales; poniendo especial énfasis en los estilos de vida que vamos adoptando. El debate de la psicología del mexicano, la vida cotidiana, y la cultura política, así como las formas de comportamiento vinculadas a los aspectos mencionados.

Nuestra realidad se nutre de los pequeños actos cotidianos que los mexicanos realizamos; el entramado social se finca en las múltiples interrelaciones de los diversos grupos humanos. De esta forma, los procesos económicos, políticos, artísticos, los hábitos, gustos y costumbres son importantes para estudiar un determinado periodo histórico.

Los estudiantes de psicología y, en general, de las ciencias sociales deben acercarse al estudio de la historia de México, ya no en el tono cronológico o meramente anecdótico; menos en un plan de muchos datos e información irrelevante. Tampoco se requiere una excesiva especialización de la historia para comprenderla. Lo importante es ubicar el estudio en el campo de las relaciones humanas; finalmente, la historia la construyen los sujetos de carne y hueso, quienes con sus grandes o pequeñas decisiones van perfilando la característica esencial de un pueblo. Conocer la dinámica colectiva para entender la fase personal y de grupo; asimilar el proceso macrosocial para incursionar en los comportamientos microsectoriales e individuales, es lo que motiva la realización de un trabajo de esta naturaleza.

"Detrás de lo evidente se encuentra lo inesperado" solía decirle Sherlock Holmes a Mr. Watson.

Un tema siempre polémico es el de la identidad nacional. Desde el mismo nombre se discute: ¿debemos hablar de psicología del mexicano? ¿El nombre correcto es el carácter del mexicano? ¿Debemos reconocer la teoría del ajolote para explicar la forma de ser de los mexicanos? ¿O, simplemente, debemos denominarlo como formas de comportamiento de los mexicanos?

En todo caso, lo importante es poder establecer los criterios para la realización de un estudio de esta naturaleza, debe contemplar, al menos, los siguientes elementos:
  1. La participación del sujeto dentro de un grupo social de pertenencia. Centrando la atención en dos aspectos: a) las motivaciones para estar dentro del grupo (seguridad, status, autoestima, interacción, poder); b) rol que se asume (activo o pasivo, líder o subordinado).
  2. Todo comportamiento es un contrato psicológico, es decir, un convenio no escrito al interior del grupo, donde se establecen expectativas mutuas de acuerdo al rol que se desempeña.
  3. Integración del grupo de pertenencia a la sociedad, puntualizando en la influencia de la tecnología y la economía, revisando críticamente las características sociales, la formación de organizaciones que se requieren de acuerdo al avance social, las condiciones educativas, los rasgos culturales, el espectro familiar y el entorno informativo.
  4. El control social es un elemento indispensable que delimita el campo de acción del individuo, lo reprime, contiene y encauza para asegurar que su comportamiento se produzca en los límites del orden, imponiendo conductas cooperativas y predecibles. La normatividad social, es decir, la manera en que el sujeto asume las condiciones sociales y en función de ellas actúa, es un poderoso factor de cohesión del comportamiento colectivo.
  5. El llamado mundo moderno. En la sociedad actual el sujeto es cristalización de mecanismos impersonales; por tanto, nuestro comportamiento no es totalmente libre ni obedece a circunstancias propias de la individualidad. Al contrario, respondemos a imperativos sociales. Tres puntos que se deben considerar aquí: a) los efectos de la globalización sobre el grupo social y el sujeto (pobreza, competencia, mecanización, uniformidad, especialización, pérdida de personalidad, cambios vertiginosos); b) la sociedad de consumo (conductas compulsivas, fijación en el modelo, evasión de la realidad, desvanecimiento de la subjetividad); c) la sociedad industrial (enajenación, conductas divididas, afectación del medio ambiente).
Desde los aspectos de método para conocer la realidad mexicana, el estudio de las formas de comportamiento debe atender los siguientes puntos:
  1. El rescate de lo cotidiano como forma descriptiva de los comportamientos de los sectores sociales
  2. El estudio interrelacionado de los procesos económicos, políticos, su impacto en la cultura nacional y en la personalidad del sujeto.
  3. El análisis de las costumbres, del discurso (medios de comunicación, iglesia, estado); estructuración de figuras sociales correspondientes a etapas históricas concretas.
  4. Reconocer el ciclo de comportamiento de los sujetos.
  5. Ubicación en el complejo mosaico de las clases sociales.
Cuando damos las características del mexicano, en general escuchamos aspectos negativos. Coincido con Roger Bartra cuando dice que se "ha inventado a un mexicano que es la metáfora del subdesarrollo permanente, la imagen del progreso frustrado". Nos muestran como una mezcla entre el indio agachado, caracterizado por las ilustraciones del mexicano dormido y recargado en un nopal, con jorongo, huaraches y sombrerote, y el pelado mestizo de la ciudad, alburero, tramposo y fiestero. Entre estos dos puntos pasa una línea psicológica de melancolía, desidia, fatalidad, inferioridad, violencia, sentimentalismos, resentimiento, evasión.



Lo real es que hemos dejado de ser un país rural para transformarnos en ciudadanos industrializados, en consumidores sin ton ni son. Somos un país de cien millones de mexicanos con profundas desigualdades. Solamente para ilustrar esta situación, les diré que el 30% de la población más pobre consumió el 14% de la oferta total de alimentos, mientras que el 10% de la población más rica consumió el 22%; 25 millones viven en condiciones de pobreza extrema y 40 millones más en situación de pobreza.

¡Ah! Pero eso sí, casi todos tenemos televisión en casa y, por supuesto, tomamos coca cola y comemos papas sabritas, y en el colmo de la modernidad, comemos papas sabritas con coca light, faltaba más. Como dice José Joaquín Blanco en su ya clásica obra "Cuando todas las chamacas se pusieron medias nylon": "la sociedad industrializada propone [...] el igualitarismo de mercancías para que todas las chamacas se pongan medias nylon; para que todo mundo apriete el obturador de una cámara fotográfica, y para que bajo la regadera resbalen [...] todas las burbujas y rizos de espuma de la última marca de shampoo con esencia de algas de saba" p. 137
Así, de manera preponderante podemos decir que nuestros comportamientos están fuertemente influenciados por el consumo. El dispositivo social está orientado a que en nuestras mentes la idea de comprar esté equiparada a ser, compro luego existo dice Guadalupe Loaeza. Nuestro comportamiento está pensado desde un imaginario: la belleza, prestancia, dominio y vigor solamente son posibles, "existen" cuando ejercemos nuestro sagrado derecho de comprar lo que se nos pegue la gana.

Nos tenemos que preguntar ¿Qué es lo que estructura el comportamiento de los mexicanos? Existen pocos estudios al respecto. A los ya clásicos de Samuel Ramos, "El Perfil del Hombre y al Cultura en México", Octavio Paz "El Laberinto de la Soledad" y Santiago Ramírez "Motivaciones Psicológicas del Mexicano", se unen los de Rogelio Díaz Guerrrero "Psicología del Mexicano" y Roger Bartra "La Jaula de la Melancolía".

Si en Samuel Ramos es el complejo de inferioridad lo que estructura el comportamiento, aunado a la imitación mecánica y a la autodenigración. En Octavio Paz es el sentimiento de soledad que nos inunda y lleva confusamente a tratar de salir de ella a través de la simulación y el ocultamiento de nuestras personalidades tras una máscara, hermética y silenciosa. En Santiago Ramírez es la estructura familiar (poco padre, mucha madre y demasiados hermanos); así como la fuerte presencia de los preceptos religiosos, el alcoholismo y el machismo. Rogelio Díaz Guerrero construye una tipología del mexicano y Roger Bartra denuncia que de todo ello se ha valido la clase dirigente para mitificar el sentido del mexicano y volverlo un ente dócil y pasivo.

A partir de estos estudios, sabemos que somos seres con complejo de inferioridad y solos, donde nuestra respuesta es una actitud defensiva y, las más de las veces autodenigratoria: agredimos para que no nos madruguen (el indio Bedoya mata para no perder la puntería; y Egidio Jiménez asesina a Edilberta porque la amaba y deseaba protegerla de los males de la vida). Nos refugiamos en la religión y festejamos cuanto se nos ocurra. Cito a Octavio Paz: "Recuerdo que hace años pregunté al presidente municipal de un poblado vecino a Mitla: ¿A cuánto ascienden los ingresos del Municipio por contribuciones? A unos tres mil pesos anuales. Somos muy pobres [...] ¿Y en que utilizan esos tres mil pesos? Pues casi todo en fiestas, señor. Chico como lo ve, el pueblo tiene dos santos patronos" p. 52. Tenemos, por lo menos 23 días al año declarados feriados nacionales y en los que, por supuesto, no trabajamos, ni asistimos a la escuela; pero además tenemos las fiestas locales y los festejos de los santos patronos. Desgraciadamente, en México pasamos del festejo a la sangre, "El país entero reza, grita, come, se emborracha y mata en honor de la Virgen de Guadalupe o del general Zaragoza" (Paz, p. 51).

Nos escondemos en la ironía (a la selección nacional les decimos los ratones verdes), en el albur (la vida es un camote, agarre su derecha) y en el chiste (¿sabías que Fox cuando piensa se embota?). Todas ellas como formas violentas para no mostrar nuestros afectos, para no rajarnos y que nos digan cobardes.
Todos estos elementos van conformando nuestra cultura, eso que definimos como un conjunto coordinado de maneras de pensar, actuar y sentir, nos identifica como colectivo.

México, país pluricultural, diverso territorial y poblacionalmente, atormentado por la violencia y la miseria, ha sido, sin embargo, tratado como si fuera una sola persona, se nos ha impuesto un modelo acorde a las necesidades del estado de derecho. La llamada mexicanidad está hoy dividida en dos grandes vertientes: Una, entre el mundo antiguo autóctono, prehispánico y el mundo colonial, cristiano y actual. No podemos negar que seguimos siendo esa combinación de indígenas y europeos. Dos, la existencia de una frontera norte que se constituye en peligro permanente para nuestra mexicanidad; cada vez estamos más transculturizados, en el lenguaje, los alimentos, la forma de vestir, en los gustos artísticos, arquitectónicos, en fin, que cada vez con mayor intensidad deseamos el modo de vida americano.

Como anécdota, les comento que en el año de 1991, se realizó una encuesta para detectar la postura de los mexicanos frente a ciertas situaciones que venían ocurriendo en el país, en la pregunta que me interesa resaltar, la respuesta no deja lugar a dudas, el 59% de los encuestados estarían de acuerdo en integrarse a los Estados Unidos para formar un solo país, si ello significara una mejor calidad de vida. Y en general, sabemos, porque así lo hemos visto en la tele y el cine, que su nivel de vida es superior al nuestro.

Como vemos, se van construyendo estereotipos de comportamiento: macho, resignado, violento, simulador; todo ello va produciendo, a su vez, un efecto que legitima y homogeniza, se construye un mito más, de los miles que tenemos, y sirve, ¡por supuesto que sirve!, a la continuidad del orden establecido. Este mito define a los mexicanos como una persona que se mueve entre el salvajismo rural de los indios melancólicos y la agresividad artificial y alburera de los pelados de la ciudad. Y ante ello no hay nada que hacer, reza el nacionalismo oficial, así somos y ni modo, no podemos ni debemos cambiar. Me pregunto ¿así son las cosas?

Con base en estas ideas, hemos soportado lo que hemos soportado, a Salinas por ejemplo, un sistema basado en el autoritarismo y la corrupción. Cuando nos preguntan: ¿Qué son las elecciones? La respuesta es: "complejo sistema mediante el cual todos votan contra el gobierno y éste gana". Es decir utilizamos el chiste como válvula de escape a nuestra impotencia, nos conformamos con mofarnos de la triste figura del expresidente.

Si me permiten unas palabras finales, les diré que la sociedad mexicana se construye a sangre y fuego, entre cruentas realidades, falsas expectativas y un doble juego moral, entre la rectitud y la falsedad. Pero también se construye un México con esperanzas y solidaridad, generando año tras año, nuevas alternativas de desarrollo, forja nuevas generaciones que piensan en el país entero y no solamente en ellos mismos.

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